lunes, 20 de noviembre de 2023

Profe

Al poco de entrar en primero de primaria, mi profesora me dijo que le recordaba muchísimo a su hijo, siete años mayor que yo. Me lo repetía cada poco tiempo. Cuando llegó el momento de dar el salto a secundaria tras seis años con ella como tutora, me deseó suerte y me volvió a hablar del hijo al que tanto me parecía.
—Igual te lo encuentras por allí. Solo tiene un año más que tú.

Cursando bachillerato volví a cruzarme con ella por el pueblo. Estaba como siempre. Recuerdo que me contó que su hijo, tres años menor que yo, se parecía muchísimo a mí de pequeño.

Intercambiamos contactos y seguimos hablando periódicamente hasta que, ya en la universidad, quedé un día en visitar su casa y conocer a su hijo, al que ya le llevaba ocho años.

Me recibió, me mostró la casa y fuimos al cuarto del niño: reluciente, los juguetes en las estanterías, la pared repleta de pósteres, pero ni rastro de él.

—Qué raro, no está aquí… —me dijo mi profesora.

Le apreté el hombro con la mano. Estaba a punto de echarse a llorar.

—Profe… no pasa nada por decir que ya no está.

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